«Momo» es la historia de una niña que apareció
como de la nada y que vive en un anfiteatro. Tiene un don muy especial: sabe
escuchar. Muchas personas desgraciadas van a visitarla y le cuentan sus
problemas, sintiéndose después mejor.
Atraídos por su extraordinaria capacidad para escuchar, todos comienzan a frecuentarla y surge entonces -especialmente con Beppo Barrendero por su oficio, y Gigi Cicerone por su locuacidad- una gran amistad que prevalecerá a través del tiempo.
Atraídos por su extraordinaria capacidad para escuchar, todos comienzan a frecuentarla y surge entonces -especialmente con Beppo Barrendero por su oficio, y Gigi Cicerone por su locuacidad- una gran amistad que prevalecerá a través del tiempo.
Beppo Barrendero vivía en una casita que él mismo se había
construido con ladrillos, latas de desecho, y cartones. Cuando a Beppo
Barrendero le preguntaban algo se limitaba a sonreír amablemente, y no
contestaba. Simplemente pensaba. Y, cuando creía que una respuesta era
innecesaria, se callaba. Pero, cuando la creía necesaria, la pensaba mucho. A
veces tardaba dos horas en contestar, pero otras tardaba todo un día. Mientras
tanto, la otra persona había olvidado su propia pregunta, por lo que la
respuesta de Beppo le sorprendía casi siempre.
Cuando Beppo barría las calles, lo hacía despaciosamente, pero con constancia. Mientras iba barriendo, con la calle sucia ante sí y limpia detrás de sí, se le iban ocurriendo multitud de pensamientos, que luego le explicaba a su amiga Momo:
-Ves, Momo –le decía, por ejemplo-, las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece terriblemente larga, que nunca crees que podrás acabarla.
Miró un rato en silencio a su alrededor; entonces siguió:
-Y entonces te empiezas a dar prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.
Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:
-Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que el siguiente. Volvió a callar y a reflexionar, antes de añadir:
-Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser. Después de una nueva y larga interrupción, siguió:
-De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta cómo ha sido, y no se está sin aliento.
Asintió en silencio y dijo, poniendo punto final:
-Eso es importante.
Cuando Beppo barría las calles, lo hacía despaciosamente, pero con constancia. Mientras iba barriendo, con la calle sucia ante sí y limpia detrás de sí, se le iban ocurriendo multitud de pensamientos, que luego le explicaba a su amiga Momo:
-Ves, Momo –le decía, por ejemplo-, las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece terriblemente larga, que nunca crees que podrás acabarla.
Miró un rato en silencio a su alrededor; entonces siguió:
-Y entonces te empiezas a dar prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.
Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:
-Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que el siguiente. Volvió a callar y a reflexionar, antes de añadir:
-Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser. Después de una nueva y larga interrupción, siguió:
-De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta cómo ha sido, y no se está sin aliento.
Asintió en silencio y dijo, poniendo punto final:
-Eso es importante.
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